Sin duda, la pandemia por el COVID-19 aceleró la llamada “transformación digital”. De este modo, la tecnología, que ya tenía un significativo impacto en nuestro diario vivir, potenció su capacidad de estar en todas partes, todo el tiempo.

A la par con las ventajas que la interconexión provee, como la inmediatez y el fácil acceso a información y servicios, los pasados cuatro años no solo hicieron más evidente -si cabe- la brecha digital, sino que, también, durante este período, se agravó el uso desmesurado y problemático de la internet y las redes sociales.

De acuerdo con el informe Digital 2020, publicado por Hootsuite y We Are Social, 3,960 millones de personas utilizaban las redes sociales para esa fecha. Esto corresponde, aproximadamente, al 51 % de la población mundial. A través de un comunicado de prensa en julio de 2020, Hootsuite informó que el número de usuarios de redes sociales había aumentado más de un 10 % en los últimos doce meses. “Con más de 376 millones de nuevos usuarios desde julio de 2019, eso se traduce en casi doce nuevos usuarios cada segundo”.

Por su parte, la advertencia del cirujano general de Estados Unidos en 2023, titulada Las redes sociales y la salud mental de los jóvenes, comunicó que hasta el 95 % de las personas entre los 13 y los 17 años utilizaba una plataforma de redes sociales y más de un tercio lo hacía “casi constantemente”. Asimismo, la publicación expuso que más de la mitad de los adolescentes declararon que les sería difícil dejar de usar dichas plataformas.

En cuanto a Puerto Rico, la Asociación de Ejecutivos de Ventas y Mercadeo (SME, en inglés) divulgó que el acceso a la internet y el uso de medios digitales aumentó de 85 % en el 2021 a 88 % en 2022. El Estudio de tendencias digitales en Puerto Rico 2022 anunció que la tasa de crecimiento provenía, especialmente, de la población de 65 años o más, con un aumento de 18 % en comparación con el 2021. Igualmente, informó que el 92 % de las personas tenía presencia en una red social, el 95 % de la población general tenía un teléfono móvil y que las principales actividades en línea eran el entretenimiento mediante vídeos y música, las redes sociales, las búsquedas de información y los servicios de mensajería.

“Gente que antes no usaba las redes sociales ahora lo hace. Los millennials y la generación Z son los más afectados”, mencionó la psicóloga Malvaliz Santana acerca de la adicción tecnológica.

Con relación a los efectos de dicha adicción, la entrevistada incluyó la disminución de la productividad, el riesgo de la pérdida de trabajo, la merma de los vínculos íntimos con la pareja, la reducción del tiempo dedicado al descanso, el incremento del nivel de irritabilidad y ansiedad, y el menoscabo de habilidades sociales, entre otros.

¡Qué no se me pase nada!: las repercusiones de la hiperconexión

Junto a la revolución digital, ha surgido una terminología que propone una nueva forma de nombrar lo que sentimos y experimentamos a causa del uso de la internet y los aparatos tecnológicos.

“Estamos frente a la posibilidad de creación de nuevas teorías de desarrollo social y hay que investigarlas”, apuntó la doctora Santana, autora de la investigación titulada El uso excesivo de las redes sociales en adultos jóvenes: un estudio de casos múltiple, de 2015.

Es posible que entre los conceptos que pululan sobre la relación de los seres humanos con las redes sociales hayas escuchado o leído acerca del FOMO, acrónimo en inglés que significa “miedo a perderse algo” (fear of missing out). Este término se refiere a la ansiedad que le ocasiona a la persona percibir que no participará de una vivencia colectiva memorable, una gran oportunidad o una interacción importante, y creer que los demás viven experiencias más satisfactorias que las propias.

“Somos seres sociales; estamos programados para pertenecer. Estar conectados nos ayuda a sentirnos parte del grupo”, sostuvo la integrante de la Asociación de Psicología de Puerto Rico, que celebró su Simposio Temático 2024 el 26 y 27 de abril en la Universidad Albizu, titulado Tecnosocialidad: diálogos e implicaciones entre la psicología y la tecnología en la era digital.

De acuerdo con Santana, el FOMO está relacionado con la autoestima. La interacción en las redes también se vincula con la necesidad de aprobación social.

“El miedo a perderte algo te lleva a conectarte [a las redes sociales], pero, realmente, te estás perdiendo la vida, lo que pasa fuera de la pantalla”, dijo. “El sentimiento de pérdida nos lleva a la tristeza, a la inadecuación [sensación de estar fuera de lugar] y a la insatisfacción con la propia vida”.

Otros acrónimos, como NoMO (no mobile) o nomofobia -que se refiere a la ansiedad y el miedo por no tener acceso al teléfono móvil-, se han extendido, a partir de la intensificación de la actividad cibernética y tecnológica. Mientras, el FOPO (fear of other people’s opinions), o el miedo a la opinión de los demás, está ligado al deseo de ser aceptados.

A su vez, FOBO es un acrónimo utilizado para referirse tanto al miedo a estar desconectado y no poder acceder a internet (fear of being offline), como al miedo a mejores opciones (fear of better options) que provoca lo que se conoce como “parálisis por análisis”, o no poder tomar una decisión por darle demasiadas vueltas a las alternativas. En el ámbito laboral, apunta al miedo a quedarse obsoleto o anticuado (fear of being obsolete) y ser sustituido por las nuevas tecnologías. En la jerga de los más jóvenes, ha calado el acrónimo YOLO (you only live once) o solo se vive una vez. Aunque refuerza vivir el presente, también se ha advertido sobre la inclinación hacia una actitud temeraria o imprudente exaltada por este lema.

Por el contrario, la alegría de perderse algo (JOMO, o joy of missing out) acoge la idea de encontrar bienestar en alejarse de las redes sociales y evitar la hiperconexión.

“Es un despertar de conciencia, al darte cuenta de que [el uso excesivo de las redes sociales y los dispositivos tecnológicos] no te hace bien”, comentó la experta, para agregar que esto conduce a cambiar hábitos nocivos por otros saludables en un proceso de desintoxicación digital.

¿Cuándo es demasiado y qué hacer para invertir en tu autocuidado?

Según la psicóloga, para identificar el uso problemático de la tecnología y las redes sociales, hay que evaluar diversos aspectos como el tiempo que se le dedica al sueño versus el que se destina a la conexión a la internet y la utilización de los aparatos tecnológicos, si la persona se aísla y antepone estar frente a la pantalla de la computadora o del teléfono a compartir con otras personas, o si desatiende tareas y responsabilidades para dar prioridad a la conexión digital.

Para desarrollar mejores hábitos, Santana indicó que, al igual que con otras adicciones, es necesario reconocer el problema. Luego, es importante que se controle el tiempo que se dedica a acceder a la internet y las redes sociales, pautar un horario específico para hacerlo y regular cuánto durará. Asimismo, recomendó que se apaguen o silencien las notificaciones antes de dormir.

Si consideras que no puedes manejarlo, aconsejó que busques la ayuda de un profesional en adicciones para preparar un plan de intervención.

En 2023, la Asociación Americana de Psicología (APA, en inglés) publicó los hallazgos de un estudio en el que participaron 220 estudiantes universitarios de entre 17 y 25 años. Este concluyó que las personas que redujeron el uso de las redes sociales experimentaron una mejora significativa en cómo valoraban su aspecto general y su peso corporal, en comparación con el grupo de control, que no experimentó ningún cambio importante.

Es sumamente necesario retomar las actividades al aire libre y socializar. Por ejemplo, el grounding, o la práctica de conectar con la tierra, como caminar por la hierba sin zapatos, ha demostrado beneficios para la salud, entre los que están la sensación de relajación y la reducción del dolor, la inflamación y la fatiga.

La autora es periodista colaboradora de Puerto Rico Saludable.